lunes, 27 de diciembre de 2010

ASÍ COMENZÓ TODO (AÑO 1997)


La otra tarde, haciendo el traslado de trastos y materiales desde Valencia a Chiva encontré, escondido entre miles de papelotes una publicación de mi antiguo colegio donde se encontraba un artículo escrito por mí titulado “Misiones en Bosnia”. El artículo databa de Junio de 1997 y me hizo reflexionar sobre el comienzo de todo. Sobre el comienzo de mi andadura de ideas y de cómo comencé el camino que al final me trajo hasta lo que hoy soy.

Había olvidado por completo que escribiese dicho artículo, pero lo que no olvidaba es que es cierto que aquel viaje a Boce, pueblo limítrofe con Sarajevo, en la posguerra de aquella batalla, fue la vivencia que me hizo replantearme mis ideas acerca del mundo en el que vivimos y la vida en general.

Pasamos unos días de extrema dureza (máxime para un chaval de 16 años) y pude observar, de primera mano, la atrocidad que la guerra lleva intrínseca.

Tampoco olvido que tras ese viaje, a los pocos meses, me decidí a salir de casa y afiliarme a las Juventudes Socialistas. Por eso pienso que, quizá, aquello fue el comienzo de todo.

Os dejo el artículo para que lo compartamos. Disculpad el estilo, pero es un artículo de un adolescente.


MISIONES EN BOSNIA:

Introducción:

Durante el mes de Abril partieron diferentes misiones a Bosnia.

La sección de Valencia se presentó con 15 personas, entre ellos nuestro alumno Gonzalo Guillén. Además, colaboraron en dicha misión otros 100 voluntarios procedentes de España, Italia, Alemania, Venezuela y México.

Las actividades humanitarias se desarrollaron en la localidad de Boce, situada entre Tuzla y la frontera croata. Aunque la seguridad estuvo garantizada en todo momento, fueron frecuentes los controles militares y la presencia de los campos minados. Para nuestra redacción, Gonzalo Guillén ha expresado sus experiencias en el siguiente artículo.


“ASÍ FUE…”

A veces la gente hace cosas sin saber el por qué; simplemente algo les empuja a realizarlo, y esa es exactamente la razón que me impulsó a viajar a Bosnia en Vacaciones.

Al principio nadie teníamos muy claro a qué teníamos que atenernos; tan sólo nos habían explicado que íbamos en una misión de ayuda humanitaria en la que trabajaríamos como albañiles.

También sabíamos que seríamos gente de distintas nacionalidades, pero ninguno imaginaba lo que nos encontraríamos la noche que llegamos al pueblo de Boce: varios controles militares de las fuerzas de la O.N.U. que nos interrogaron sobre nuestra procedencia y objetivos.

El sueño de dos días de viaje en la furgoneta desaparecía ante la impresión causada por tal situación, la cual observábamos sorprendidos desde las ventanillas. Mayor fue la sorpresa cuando descubrimos nuestro lugar de hospedaje: un suelo duro y frío en una nave industrial donde dormiríamos casi 100 personas y con un solo W.C. para toda la expedición.

La vida en común, la igualdad de recursos para todos y el trabajo en equipo funcionaron a la perfección. No se puede decir que fuésemos un Ministerio de Obras Públicas, pero las zanjas que cavamos, las casas desalojadas que derruimos y el acueducto que iniciamos, junto con otras obras de limpieza, dejaron una profunda huella en el pueblo. Se trabajaba duro desde primera hora de la mañana hasta el atardecer, pero no estábamos solos, pues teníamos a todo un pueblo de ayudantes, que emocionados, colaboraron a levantar su futuro. Gente que veía que nos importaba y que ya no sabían de qué modo agradecerlo; bueno sí… pues era tal la generosidad que nos ofrecían a diario comidas y licores caseros que nos causaban pequeños mareos…

La convivencia con el pueblo se hizo más intensa cada día que pasaba. Un pueblo acostumbrado a pasear entre casquillos de bala, metralla y rodeado de campos de mina vallados con espinos.

Todos hicimos buenos amigos y amigas; chavales como nosotros, a los que la vida les había jugado una mala pasada. En la despedida hubo lágrimas por parte de todos, mientras nos pedían que no nos olvidásemos y que volviéramos algún día.

No podría terminar sin mencionar a una persona que nos ayudó en toda la estancia: el párroco del pueblo, Don Elías, quien luchó y sigue luchando por el bienestar de su pueblo.

Durante el viaje de vuelta, creo que todos reflexionamos sobre las experiencias vividas. La mía, desde luego, fue el volver a darme cuenta de cuánto nos quejamos poseyendo un bienestar envidiable.

Pero ante todo hay algo del viaje que no olvidaré: la emoción que sentí cuando mi mejor amigo que hice allí me despidió llorando, mientras me decía en su precario español: “tú y yo somos una familia”.

Gonzalo Guillén Tarín. 2º de BUP

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